Todo se me complica tanto que hay veces en que necesito desconfiar de lo que siento. Necesito decirme basta a mí misma, ponerme el freno y obligarme a pisar sobre la tierra.
Es increíble como puedo olvidarme mil cosas que quizás hice ayer y recordar otras de un tiempo más remoto y lejano pero mucho más patentes en mi mente... No recuerdo que cené ayer, o si cené porque mi vida corre en una marathón a un ritmo tan acelerado que apenas puedo distinguir los días, reconocer el paso del tiempo. Pero sí recuerdo el rincón del baño. Sí recuerdo la almohada mojada por mis lágrimas, angustiada por haber roto el adorno de mamá y haber callado de culpa. Sí recuerdo la insistencia en molestar a aquella pobre santa que hoy no está enredándole la cola, haciéndole colitas a sus orejas. Sí recuerdo las maldades... ese correr desesperado por alcanzar la hamaca del parque del preescolar. Sí, eso sí lo recuerdo.
Hay tantas ideas dando vueltas por todos lados. No se quedan quietas, van y vienen acompañadas de cierto grado de amor, locura, tristeza… me cuesta frenarlas, por momentos me adapto, las entiendo. Por otros quiero revolearlas, abrir la puerta y echarlas de mi mundo. Son tantas cosas… tantos sentimientos, experiencias, emociones… es tan normal lo que me pasa… sin embargo y como todos lo único que quiero es acelerarme este proceso doloroso de duelarte, de duelarnos. Y creo que es verdad lo que leí hace unos días, duele y cuesta más en función de la intensidad con lo que lo viviste… y yo te sentía tan dentro mío… eras mi corazón, mi alma y mi vida entera. Qué error. Es un gran error cederle toda tu vida y tu amor a otra persona que no es uno mismo… ceder el completo control de nuestro ser… eso lo aprendí con vos. Pero aunque lo aprendí, creo que son las cosas que nos hace el amor… el amor se nos mete sin darnos cuenta, lo aspiramos, se mete abajo de la piel, se te impregna tanto que
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