Hace un tiempo tenía la necesidad de sentarme nuevamente a
escribir como osaba hacerlo de adolescente, plasmando en escritos esporádicos
lo que me pasaba… y si bien en muchos momentos recientes me sentí inspirada a
hacerlo algo dentro mío me llevaba a distraerme con otra cosa y no hacerlo.
Quizás eso también forma parte de mi autoboicot, ése que hasta el día de hoy
combato tanto como puedo y mi consciente me deja.
Pero hoy es diferente. Hoy
una sensación horrible que ya viví se apoderó de mí y me nubla la vista
mientras intento escribir todo esto que pienso justo ahora cuando la angustia
ajena que se me hace propia en algún lugar de mí, me hace sentir más que
pensar.
Son las dos y media de la madrugada y los gritos y el llanto
de la pareja que vive a pocos metros de la que hace unos meses es mi casa, mi
pequeño pero acogedor departamento de soltera, me lleva a lugares dentro de mí
que odio recorrer siquiera en pensamientos.
Me trasladan a mis recuerdos con
él, cuando todo empezó a desmoronarse y los gritos, el llanto y el
desentendimiento mutuo se apoderaron de la relación, a esos episodios horribles
que nos anticipaban una enfermedad en nuestro amor. Y hoy recuerdo con lágrimas
pero de forma sabia cuando me decía que teníamos que cuidar nuestro amor,
porque cuando el amor se enferma no hay forma de salvarlo, es muy difícil
curarlo de los daños. En ese momento yo creía que el amor lo podía todo, había
consumido demasiadas películas de Disney, novelas mexicanas, películas
románticas y muchas de sus miradas enamoradas, de forma que si bien lo
escuchaba, no lo creía… Para mí el amor todo lo podía, en ese momento era
bastante más inexperta que ahora y realmente no lo entendía.
La escucho llorar sin poder expresarse, con las palabras
amontonándose en los labios sin poder entenderse siquiera ella misma y lloro
con ella a metros y en silencio, sintiéndome ella y sabiendo de alguna manera
todo lo que quiere decir. Porque hace un tiempo yo fui ella, yo también lloré,
grité e imploré sin importarme los vecinos, el edificio o el mundo con tal de
no perder a quien amaba, yo también supliqué perdón por miedo y desesperación
de perder ese amor. Por eso lloro. Por eso lo siento y la entiendo. Por eso
también la escucho y me avergüenzo, culpándome de haberme hecho protagonista de
una situación similar, por no afirmar igual, con la persona que amaba. También
lo escucho a él, gritándole, exigiéndole que baje la voz, que deje de llorar,
que deje de “dramatizar”. Guau. Qué similares son nuestras historias y en este
momento pienso cuántas parejas deben atravesar por la misma situación… cuántas
se estarán esforzando por entenderse para seguir amándose y arruinar ese amor
cada vez más.
No entiendo como ellos son los mismos que me desvelaron hace
varias semanas con sus maratones sexuales a puro trapo y hoy están gritándose
sin entenderse como si no se hubieran amado, o como si se amaran tanto.
No creo que sea casualidad que los esté escuchando, que
justo hoy después de un fin de semana de idas y vueltas haya decidido quedarme
en casa y esté sintiendo esta angustia que si bien es ajena en un rincón de mi
memoria y mi alma se me hace tan propia… me recuerda tantas cosas… me recuerda
mis errores, lo que quiero y lo que ya no quiero pasar en una relación, me
recuerda noches y madrugadas a los gritos y sumergida en llanto igual que ella
por no poder expresar mi dolor, mis molestias, mis inquietudes o por poder
hacerlo, pero no sentirme comprendida.
Me recuerda al dolor y a la desesperación de cuando el fin
empieza. De cuando la falta de empatía con el otro, la cotideaneidad y la
rutina empañan las risas, la intensidad y la vorágine del enamoramiento para
darle comienzo a una bifurcación del amor. Y creo que esa angustia, esa
desesperación por no perder lo que amamos estalla de tal forma porque en realidad
dentro nuestro sabemos que ya lo estamos perdiendo.
No sé en qué momento exacto pasa. O si es la sumatoria de
momentos que impiden que dos personas que realmente se aman dejen de
entenderse, en qué momento el amor deja de poder y en vez de unirlos comienza a
separarlos… Quisiera saberlo. De todas formas creo que escuchamos la alerta,
sabemos que las cosas empiezan a ir mal pero estamos tan concentrados en seguir
el día a día, cumplir con las responsabilidades diarias que lo dejamos pasar,
pensando que no pasa nada o que si pasa, ya va a pasar. Somos ignorantes,
soberbios, ilusos, descuidados o ingenuos, no sé cuál de todos o quizás todos.
Nos olvidamos y pasamos por alto lo importante que es amar y revivir ese amor
cada día, en cada detalle, momento. Nos ganan otras cosas y lo perdemos. Lo
perdemos en no sé donde y cuando caemos en la cuenta no sabemos dónde buscarlo…
porque se escurrió por muchas partes, se desbordó y no pudimos manejarlo, no
pudimos cuidarlo de nosotros mismos y de los errores que cometemos mientras
intentamos aprender de él.
Escribo esto porque las palabras que siento adentro y se van
en lágrimas necesitan expresarse, esto que siento ahora y que se me desencadenó
desde el recuerdo me exige ser contado, escrito o desahogado. Esto que siento
me pide a gritos que lo cuente, con la esperanza de que quizás lo lea una
pareja o una persona que ame. Una persona que ame y esté distraída, descuidada
o sumergida en la vida y se haya olvidado en casa al amor… Una persona que sin
darse cuenta se haya embarcado en el principio del fin y que al leer esto o lo
que el destino le ponga en frente pueda dar un paso hacia atrás y curarlo,
sanarlo, impedir que se escurra, que llegue al abismo del final. Escribo con la
esperanza de que pueda lograr no perder ese gran amor, que aprenda la lección
sin el dolor que eso conlleva, sin vivir la agonía de un amor que se muere.
Tengo la esperanza. Pero a sabiendas también de que para aprender primero hay
que vivirlo, y por más que lo intente y uno afirme que con eso aprende, nada te
hace aprender más en la vida que aquellas cosas que te marcaron a fuego: la
piel, el alma y el corazón.
Cuidemos al amor, no seamos tan necios de creer que podemos,
que sabemos. Porque si hay algo de lo que nadie sabe a ciencia cierta, si hay
algo de lo que todo el mundo habla, escribe y trata aún sin poder descifrar,
ése es el amor. El eje del mundo, del tuyo, del mío, de mis dos vecinos que se
aman pero que seguro hace unos minutos se olvidaron.
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